Cómo nace y se perpetúa el mito de la belleza femenina
“Ya estamos en el siglo XXI” es una frase que se utiliza para indicar que hay cosas que, sencillamente, ya no deberían existir. Si sobre estereotipos y cánones de belleza hablamos, tenemos las dos caras de la moneda: por un lado, una sociedad joven y emergente que busca constantemente romper con ellos para poder ser sin más; y por otro, un mundo corporativo que responde a un inconsciente colectivo que no hace más que perpetuar estos diagnósticos acerca de “lo lindo”, “lo feo”, “lo merecedor” y “lo prohibido”.
En este artículo analizamos qué es la belleza, de dónde surgen los estereotipos y qué podemos hacer hoy para liberarnos un poco más de ellos.
¿Qué es la belleza?
Según la RAE: Cualidad de bello. Persona o cosa notable por su hermosura.
Según Google: Cualidad de una persona, animal o cosa capaz de provocar en quien los contempla o los escucha un placer sensorial, intelectual o espiritual.
La pregunta ¿Qué es la belleza? ha sido para las mujeres, desde hace añares, una suerte de condena y meta inalcanzable. Es cierto que los tiempos cambian, y con ellos, los parámetros, pero siempre pareciera que hay que hacer algo por encajar en la definición.
Analizando la definición que nos proponen estas entidades, podemos argumentar, si un objeto o persona es bello/a por lo que provoca en otro, cualquier cosa podría, esencialmente, calificar de bello, puesto que es un valor subjetivo de cada individuo.
¿Qué ha sucedido, entonces, para que la belleza se convierta en un valor estandarizado y colectivo?
Se dice y proclama (o así se ha hecho indiscutidamente hasta hace unos pocos años) que la belleza es el máximo don que puede tener una mujer, una cualidad que es herramienta y poder para ejercer sobre los demás.
¿Cuántas veces creíste que cuando llegaras a ser lo “suficientemente flaca” serías feliz o te sentirías mejor con vos misma? Ahí está el poder infundado de la belleza. Se nos enseñó que nada de lo hagamos como mujeres es válido si no viene acompañado de una gran belleza, porque solo esa cualidad es la verdaderamente capaz de generar enamoramiento, deseo, envidia, pasión, inspiración, y, sobre todo, atención.
¿Qué es el mito de la belleza?
Allá por 1990 nació el concepto de el mito de la belleza gracias al libro, así titulado, de Naomi Wolf. En él, la investigadora expone algunas “coincidencias cronológicas” bastante interesantes acerca de cómo y para qué se ha creado este ideal de belleza: justo cuando la revolución industrial dejó en visto que las mujeres tenían la capacidad de ser una fuerza igual de productiva que la del hombre, la belleza empezó a tomar partido como valor. En este mismo contexto fue cuando comenzaron las disputas por lo que hoy conocemos como igualdad de género.
“¿Por qué no nos llama la atención vivir sometidas a parámetros, rompecabezas, definiciones sobre lo que es bello que cambian con las épocas igual que otras modas? Construcciones que intentan que los cuerpos, en especial de las mujeres y las niñas, sean como arcilla moldeable, modelable, poniendo el acento en la inoculada necesidad de ser mirada/deseada. ¿Quién pone en el centro de la escena eso que luego se dirá que construye la subjetividad femenina?”
Liliana Hendel.
Cerca de los años 60/70 es cuando, finalmente, tras la Segunda Guerra Mundial, las mujeres deben (y quieren) entrar al mercado laboral: ser madre y ama de casa en exclusiva ya no es atractivo. Así, se descubre que la belleza (y la búsqueda constante de ella) es la mejor manera para distraer y desviar las ambiciones de las mujeres.
En palabras de Wolf:
“El trabajo inagotable, aunque efímero, en torno a la belleza reemplazó al también inagotable y efímero trabajo doméstico. La identidad de las mujeres debe apoyarse en la premisa de nuestra belleza, de modo que nos mantendremos siempre vulnerables a la aprobación ajena, dejando expuesto a la intemperie ese órgano vital tan sensible que es el amor propio”.
Cómo funcionan los ideales de belleza
Los ideales se nos presentan tanto a través de publicidades como desde el imaginario colectivo. El objetivo de estos ideales de belleza (casualmente el 90% de ellos recayendo sobre los hombros femeninos) es desviar energía; en este sentido, su propósito es debilitar y obstaculizar el progreso femenino.
Lo que en su momento fue una ama de casa feliz y dedicada como símbolo de “la mujer exitosa”, hoy lo es una mujer flaca, alta, siempre joven. No obstante, estas características también traen consigo rasgos de la personalidad asociados: paciente, complaciente, sumisa, insegura, carente de aprobación propia y en búsqueda de la aprobación ajena.
¿Cómo se suple todo eso? Con hombres y con dinero.
“No hay un estereotipo, no hay un modelo de belleza hegemónica, sino que la cultura hegemónica es la frustración permanente de todos los cuerpos, de las muy flacas, de las rubias, de las que no lo son, de las pulposas. La belleza que se impone es la de la frustración, la de estar siempre en falta con tu belleza aun cuando haya modelos más cercanos a ese estereotipo”
Luciana Peker
La frustración de perseguir ideales de belleza inalcanzables es el resultado de estos “requisitos a cumplir” que poco tienen que ver con la naturaleza femenina y la realidad de una mujer que tiene que, además de ser linda y “estéticamente perfecta”, cuidar de sus hijos, estudiar, realizarse profesionalmente, tener vida social y solvencia económica.
Esta frustración es tan generalizada como, en realidad, el verdadero estereotipo encubierto, que según un estudio llevado a cabo por Dove, 8 de cada 10 mujeres afirman que “la presión de los medios de comunicación y la publicidad impulsa la ansiedad en torno a la apariencia y la belleza en general”.
Estos ideales se proponen y luego se perpetúan tanto desde los medios como desde la sociedad misma que, poco a poco e inconscientemente, los va incorporando. ¿Alguna vez tu abuela te dijo que estabas “más gordita” o soltó la expresión “¡Qué flaquita!”? Ahí están los estereotipos trabajando tras el inconsciente.
No es casual, tampoco, que las mujeres sean las que se sometan a un 87,4% del total de las operaciones que se producen a nivel mundial.
La belleza de una Presencia Consciente
En el mito de la belleza yace una paradoja interesante: mientras se prioriza e incentiva la eterna juventud, la mayoría de las jóvenes no se sienten a gusto ni satisfechas con su apariencia física. Es precisamente con el tiempo cuando una logra comenzar a identificar estos estereotipos y patrones y decidir perpetuarlos o buscar una forma alternativa de tratar la imagen.
El método de Presencia Consciente a través del cual trabajo en todos mis programas formativos y asesorías es una invitación a gestionar y desarrollar nuestra imagen personal desde un lugar consciente, que ponga sobre la mesa aquello que somos, nuestros valores, virtudes y características más auténticas. Así, la imagen empieza a ser útil para lo que queremos comunicar con ella (porque siempre comunicamos un mensaje, aunque no sea intencionalmente).
Hoy en día, me alegra saber que salgo a la calle y encuentro cada vez más mujeres que gestionan su presencia de acuerdo a lo que ellas desean: cabello corto, rapados, de colores, rulos naturales, canas sin ocultar…
En conclusión
Aunque el feminismo y los movimientos por la igualdad de género y la liberación de los estereotipos tomen cada vez más fuerza, lo cierto es que el negocio de la moda y los productos de belleza siguen funcionando, y la belleza sigue asentada en estándares opresivos para muchísimas mujeres (me atrevo a decir que para todas).
Es cierto que el ideal de belleza es hoy más diverso gracias a la labor de numerosas activistas que han reivindicado que el atractivo es intrínseco al cuerpo.
Por mi parte, apuesto en mi vida personal y profesional a un mundo, en un futuro, sin estereotipos de belleza limitantes y con más recetas propias impregnadas de autenticidad.
Si querés trabajar tu presencia desde la conciencia para bajar esos estereotipos a otros propios que se ajusten a tus gustos, deseos y necesidades, podemos trabajar juntas con mi servicio personalizado de asesoría en imagen.
¡Hasta la próxima!
María